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Teruel, en agosto, es una ciudad de foto. Y no sólo por las cámaras que portan los turistas mientras recorren esta ciudad en la que el mudéjar lo impregna todo sino porque la Sociedad Fotográfica Turolense ha querido hacer de este mes, más propio de playas, piscinas y montañas, una cita ineludible para los amantes de la fotografía.

Es imposible tomarse una cerveza, visitar un museo o subir a una de las torres que configuran el perfil de la ciudad sin contemplar algunas de las exposiciones organizadas en el marco del Festival  Teruel Punto Photo.

Sin embargo, y reconociendo la importancia de cada una de ellas, destaca por encima de todas la exposición que, con el título “Milhojas de Historias”, reúne una muestra de lo más destacado de la obra del historiador del Arte y fotógrafo Joaquín Bérchez.

“Milhojas de Historias” es un pastel que hay que degustar poco a poco, hoja a hoja. Descansando entre cada una de las capas que la componen.

Joaquín Bérchez se ha definido como un “paparazzi” de la historia. Yo lo definiría más bien como un pintor, un músico, un artista que redefine y dota de alma aquello que retrata. Sus fotografías, sus piedras, sus escaleras no son lugares inhóspitos y deshumanizados. Cada uno de ellos cuenta una historia. Desvela un pasado. Y, por su tuviéramos alguna duda, cada uno de los títulos con los que Bérchez define su obra nos conduce por un camino sin retorno, una senda que nos lleva hasta el fondo de su obra.

Sobre Joaquín Bérchez —nacido en 1950 en Montilla (Córdoba) y afincado en Valencia— se han pronunciado personalidades tan destacadas como Antonio Bonet Correa, Juan Antonio Ramírez, Luis Fernández-Galiano, Jaime Siles, Italo Zannier, Fernando Marías, Delfín Rodríguez, Pilar Pedraza, Miguel Falomir o Vicente Lleó Cañal.

ErosA mí, la obra de Joaquín Bérchez me ha conmovido: sus plazas, sus fachadas, la escalera descendida por Eurídice. Uno no puedo permanecer impasible ante la contemplación de “Luto” o “Los dientes del tiempo”. “La piedra de la muerte” o “La vida de la piedra” bien podrían inspirar sendos poemas.

Pero por encima de la obra está siempre la persona.

Recientemente he tenido el placer de conocer a Joaquín Bérchez. Acudí a él completamente virgen: no conocía ni a la persona ni su obra. Un cúmulo de circunstancias inesperadas hizo que compartiera con él un tiempo de reflexión y análisis. Tengo que decir que ha sido uno de los mejores momentos vividos en el último año. Encontré en él a una persona sencilla, receptiva, respetuosa. Un hombre que sabe escuchar. Que aporta su particular visión de las cosas con el respeto del que lo ha visto todo.

Y con la distancia de la formación, la experiencia, el conocimiento… encontramos, sin embargo, un punto de encuentro. Un centro de equilibrio que nos permitió utilizar el mismo lenguaje.

Hablamos de cómo literatura y fotografía flirtean. Hablé un poco de mis poemas. De esa necesidad de partir de una fotografía para describir con palabras los colores, el aliento que anima la imagen.

Y quise volver a escribir. A contar historias. A dar voz literaria a otros universos paralelos.

Cuando hace ahora un año tuve que tomar la decisión de trasladarme a Teruel supuso un cambio tan sustancial en mi vida que las letras quedaron flotando en el cierzo que recorre el valle.

Yo, que soy del viento su hogar, he vuelto a conjurarlas.

Teruel Punto Photo

Teruel Punto Photo es una iniciativa que vio la luz en 2008, fruto del trabajo y la ilusión de un grupo de amigos enganchados a este arte.

Cada mes de agosto y con Teruel como telón de fondo, la fotografía se convierte en el centro de todas las miradas. Las exposiciones llenan museos, salas, bares e incluso escaparates.

Pero no sólo está pensado para un espectador pasivo o profesional de la fotografía, sino que sin ser aficionado, cualquiera puede participar de forma activa: desde talleres y cursos para amateurs y profesionales, rallyes fotográficos por la ciudad, concursos y actividades en la calle para hacer partícipe a ciudadanos y turistas, que en numerosas ocasiones se sorprenden al encontrar un festival de carácter internacional en esta pequeña desconocida.

El objetivo, la difusión de la fotografía en sí, acercándola y haciéndola accesible a todo el mundo.

En esta edición, Teruel Punto Photo se centra en la arquitectura, como paisaje urbano. Dicen: “pasamos entre ellos, entramos y salimos, los pisamos, les damos vida, los abandonamos,  y la mayoría de las Veces no reparamos demasiado en ellos. Los edificios que vemos cada día son los grandes olvidados de nuestra retina y, sobre todo, de nuestro cerebro…. No olvidemos que, al fin y al cabo, es un paisaje, un paisaje urbanO, con sus empedrados, sus ladrillos de adobe, su forja modernista, sus detalles contemporáneos, y nosotros formamos parte de ese paisaje. Este es el quinto año del festival y, ahora, más que nunca, la Sociedad Fotográfica de Teruel ha realizado un esfuerzo increíble para que Teruel y sus visitantes puedan disfrutar de 14 exposiciones repartidas por la ciudad, asistir a cursos y actividades”.

Dentro de las actividades programadas para este mes de agosto, Fotoliteratura se presenta como una de las exposiciones estrella de esta edición  de Teruel Punto Photo. Esta exposición recoge el fruto de un proyecto llevado a cabo en la pasada edición del festival y propuesto por el bibliotecario Iván Núñez. Se trataba de hacer fotografías inspiradas en la literatura universal situándolas en diferentes escenarios de plazas y calles turolenses.

Desde cuentos como Caperucita Roja, Pinocho o La Cenicienta a La Metamorfosis de Kafka o El Perfume están representados en estas fotografías, con las que también se ha editado un catálogo con textos de los libros seleccionados y el resumen del making-off, que está disponible en la exposición que se podrá visitar hasta el 31 de agosto, en la Escuela de Artes de Teruel.

Imagen

Está solo. Para seguir camino
se muestra despegado de las cosas.
No lleva provisiones.

Cuando pasan los días
y al final de la tarde piensa en lo sucedido,
tan sólo le conmueve
ese acierto imprevisto
del que pudo vivir la propia vida
en el seguro azar de su conciencia,
así, naturalmente, sin deudas ni banderas.

Una vez dijo amor.
Se poblaron sus labios de ceniza.

Dijo también mañana
con los ojos negados al presente
y sólo tuvo sombras que apretar en la mano,
fantasmas como saldo,
un camino de nubes.

Soledad, libertad,
dos palabras que suelen apoyarse
en los hombros heridos del viajero.

De todo se hace cargo, de nada se convence.
Sus huellas tienen hoy la quemadura
de los sueños vacíos.

No quiere renunciar. Para seguir camino
acepta que la vida se refugie
en una habitación que no es la suya.
La luz se queda siempre detrás de una ventana.
Al otro lado de la puerta
suele escuchar los pasos de la noche.

Sabe que le resulta necesario
aprender a vivir en otra edad,
en otro amor,
en otro tiempo.

Tiempo de habitaciones separadas.

Presentación

Había prometido subir algunas de las fotos de la presentación de Cierzo y Haizea. Por aquello de la timidez, me he ido resistiendo un poco. Pero, finalmente: voilà.

Fernando Sarria

El día 17, día del libro en Zaragoza, Fernando Sarria firmará por la tarde en la mesa de Editorial Olifante, con el libro  «Babel en las manos», y por la mañana, en la de Editorial Eclipsados, con el libro de «Las mentiras que te debo».

Víctor Alija Castro se ha adjudicado el primer premio de la vigésimo séptima edición del Concurso de Poesía Ciudad de Zaragoza,  con la obra ’Oxidaciones’.

Carlos Mijail Lamas con ’El canto y la piedra’ y Marián Raméntol con ’Pancartas incendiarias en mi pecho’ han ganado los dos accésits.

Un total de 421 obras se han presentado a la actual edición, una cifra que avala la consolidación del premio. Además, las propuestas han sido remitidas desde todos los puntos de España y también de numerosos países de Latinoamérica -Méjico, Argentina, Chile…- Portugal, Estados Unidos y algunos países de Europa. El jurado que ha fallado hoy el premio ha destacado la pluralidad de voces con propuestas tan distintas y valiosas, lo que demuestra que este concurso está vivo.

Jurado

Los miembros del jurado también han explicado que había unas 15 o 20 obras de gran calidad, pero el ganador se ha alzado el premio con la unanimidad de todos los presentes. ’Oxidaciones’ del granadino Víctor Alija es un libro que hace una inteligente síntesis de la tradición mística y de los lenguajes más rabiosamente contemporáneos -música, cine, sms…- El mejicano Carlos Mijail Lamas hace en ’El canto y la piedra’ una reivindicación de las tradiciones filosóficas presocráticas con una voz propia y aportes renovadores.

Por último, Marián Raméntol ha presentado en ’Pancartas incendiarias en mi pecho’ un libro vehemente y apasionado con una gran capacidad metafórica, es decir, una propuesta transgresora, valiente y contemporánea.

Juventud

Los tres autores galardonados son jóvenes, ya que el ganador tiene poco más de 30 años, Carlos Mijail Lamas 28 años y Marián Raméntol poco más de 40 años. Esa característica ha influido, según los miembros del jurado, en la recepción de propuestas sorprendentes y gratificantes que respaldan el buen momento que atraviesa este premio literario y, a su vez, aportan prestigio al concurso.

Editorial Olifante

Marta Navarro participa hoy en “Este jueves, Poesía”. Será a las 19:30. Lugar:  Sala de Juntas de la Facultad de Filosofía y Letras. Campus de Pl. San Francisco (C/ Pedro Cerbuna, 12).

He visitado su blog y hoy Marta publica este artículo, que me ha encantado y reproduzco aquí.

«El lío con la poesía», de Charles Simic

Lo único para lo que siempre ha sido buena la poesía es para hacer que los niños odien la escuela y brinquen de alegría el día que no tengan que ver más otro poema. Todo el mundo entero coincide en ello. Nadie en su juicio, jamás, lee poesía. Incluso entre los teóricos literarios de hoy día está de moda señalar como inaccesible toda la literatura, especialmente la poesía. Que algunas personas todavía continúen escribiéndola es una rareza que pertenece a alguna columna “Créalo o No” del periódico.

Cuando los poetas encomiaron a los dioses y a los héroes tribales y glorificaron su sabiduría para la guerra, fueron tolerados, pero con la aparición de la poesía lírica y la obsesión del poeta con el ego, todo cambió. ¿Quién quiere oír acerca de la vida de seres insignificantes, mientras los grandes imperios se erigen y caen? Todas esas fruslerías sobre estar enamorado, besuquearse y experimentar detenidamente la alborada del día mientras canta el gallo, es de lo más risible. Maestros, clérigos y otros policías de la virtud siempre han sido cómplices de los filósofos. Ningún modelo ideal de sociedad, desde Platón, ha aceptado a los poetas líricos, y por abundancia de buenas razones. Los poetas líricos están siempre corrompiendo a los jóvenes, haciéndolos ahogarse en autocompasiones y condescender en embelesamiento. El sexo sucio y la falta de respeto por la autoridad es lo que los poetas han susurrado en los oídos de los jóvenes por siglos.

“Si él escribe versos, échalo a patadas”, se le aconsejó a un novel padre hace dos mil años en Roma. Y eso no ha cambiado mucho. Los padres de familia todavía prefieren que sus niños sean taxidermistas y recaudadores de impuestos en vez de poetas. ¿Quién puede reprocharles? ¿Preferiría usted que su única hija sea poeta o mesera de un club nocturno? Esa es una dura elección.

Incluso los verdaderos poetas han detestado la poesía. “Hay muchas cosas tras este engaño”, dijo Marianne Moore. Y ella tenía su punto de vista. Algunas de las cosas más estúpidas que los seres humanos han proferido se hallan en la poesía. La poesía, como regla, ha avergonzado tanto a individuos como a naciones.

La poesía está muerta, han gritado felizmente por siglos los enemigos de la poesía y aún lo hacen. Nuestros poetas clásicos, nuestros profesores en boga nos lo han dicho —en tanto que ellos no son más que un manojo de propagandistas de las clases gobernantes y de la opresión masculina—. Las ideas una vez promulgadas por los carceleros y asesinos de los poetas en la Unión Soviética son ahora un gran éxito en las universidades americanas. El esteticismo, el humor, el erotismo y todas las otras manifestaciones de la imaginación libre son sospechosas y deben ser censuradas. La poesía, esa tonta diversión de lo políticamente incorrecto, ha dejado de existir para nuestras clases educadas. No obstante, a pesar de ellos, la poesía se sigue escribiendo.

El mundo parece siempre premiar la conformidad. Cada época tiene su límite oficial sobre lo que es real, lo que es bueno y lo que es malo. El ideal es un plato hecho de deshonestidad, ignorancia y cobardía servido cada noche con un aspecto serio y un aire de la más alta integridad por los noticieros de televisión. La literatura también está preparada para unirse a ello. Su tribu está tratando siempre de reformarte y de enseñarte sus modales. El poeta es ese niño que, de pie en la esquina, con la espalda vuelta a sus compañeros, piensa que está en el paraíso.

Como si eso no bastase, los poetas, todos lo sabemos, son mentirosos de campeonato. “Llegas a mentir para mantenerte medianamente interesado en ti mismo”, dijo el novelista Barry Hannah. Ello es especialmente cierto para los escritores de versos. Cada uno de ellos cree que impostándose a sí mismo dice la verdad. Si no podemos ver el mundo tal como es en realidad, se debe a las capas de metáforas muertas que los poetas han dejado en todas partes. La realidad es sólo un viejo y descascarado cartel de la poesía.

Los filósofos dicen que los poetas se engañan a sí mismos cuando moran amorosamente en los detalles. La identificación de lo que permanece intocable por el cambio ha sido la tarea del filósofo. La poesía y la novela, al contrario, han sido recreadas con lo efímero —el olor del pan, por ejemplo—. Por lo que a los poetas concierne, sólo los tontos son seducidos por las generalizaciones.

Cielo y tierra, naturaleza e historia, dioses y demonios están todos escandalosamente reconciliados en la poesía. Por analogía se dice que cada cosa es todo, todo es cada cosa. Por consiguiente, los mejores poemas religiosos están cargados de erotismo. Subjetivamente, los poetas pretenden también trascender ellos mismos a través de la práctica de hallar su identidad en las cosas lejanas y apartadas. En un buen poema, el poeta que lo escribió desaparece para que el poeta-lector pueda llegar a existir. El “yo” de un total extraño, un chino antiguo, por ejemplo, nos habla desde el lugar más confidencial dentro de nosotros mismos, y nos deleitamos.

El verdadero poeta se especializa en un género de alcoba y metafísica de la cocina. Soy el místico de la cacerola y mi amor son los rosados dedos del pie. Como cualquier otro arte, la poesía depende del matiz. Hay muchas maneras de tocar el encordado de una guitarra, de besarse y morderse algún dedo del pie. Los músicos de Blues saben que unas pocas notas debidamente tañidas tocan el alma, y así lo hacen los poetas líricos. La idea es que es posible hacer platos asombrosamente sabrosos con los ingredientes más simples. ¿Fue Charles Olson quien dijo que el mito es una cama en la cual los seres humanos hacen el amor a los dioses? Mientras los seres humanos se enamoren y compongan cartas de amor, los poemas tendrán una razón de ser.

La mayoría de los poemas son bastante cortos. Lleva más tiempo estornudar naturalmente que leer un haikú. Sin embargo, algunos de estos “pequeños” poemas han acertado a decir más acerca de la condición humana, en unas pocas palabras, que siglos de otros géneros de escritura. Los poemas cortos y ocasionales han sobrevivido por miles de años desde la épica y sólo lo tocante a todas las cosas ha crecido ilegible. El misterio supremo de la poesía es la forma en que tales poemas lanzan un hechizo sobre el lector. El poema es absolutamente entendible después de una lectura, y casi inmediatamente uno quiere releerlo de nuevo. La poesía es, en conjunto, repetición que nunca llega a ser monótona. “¡Más!”, gritarían en coro mis hijos soñolientos después de terminar de leerles algún cuento para niños. Para ellos, como para todos los amantes de la poesía, hay sólo más, y nunca bastante.

Es la calidad paradójica de la poesía la que precisamente le da su sabor. La Paradoja es su condimento secreto. Sin sus numerosas contradicciones y su impertinencia, la poesía sería tan blanda como un sermón del domingo o el discurso de un presidente. Se debe a sus muchas y deliciosas paradojas que la poesía haya derrotado y sobrevivido continuamente a sus críticos más duros. Cualquier intento de reformar la poesía, de hacerla didáctica y moral, o aún de restringirla dentro de alguna “escuela” literaria, es entender mal su naturaleza. La buena poesía nunca se ha desviado de su propósito de ser una fuente inagotable de paradojas acerca del arte y la condición humana.

Sólo un estilo que es un carnaval de estilos devela la irreverencia que me parece apropiada para la poesía hoy. Una poesía, para abreviar, que tiene la recepción de un cable de televisor con más de trescientos canales, más hechos extraordinarios que ficciones, falsos milagros y supersticiones en escaparates del supermercado. Un poema que es como un espectáculo de Elvis Presley en Marte, la mujer con tres tetas, el cuadro de un perro que se comió la mejor obra de Shakespeare, la noticia de que el infierno está atestado y de que ahora en el cielo se están estableciendo los pecadores más perversos.

Aquí, por ejemplo, viene un compañero sin casa ni hogar cuya cabeza calva perteneció una vez a Julio Cesar. ¿No te vi vociferando en un stip-tease, ayer, en el Times Square, le pregunto? Cabecea felizmente. Mi siguiente pregunta es: ¿Aníbal cruzará de nuevo Los Alpes con sus elefantes? “Observa afuera a la querida poeta”, es su respuesta. “Si llega a girar con su carro lleno de compras, de libros viejos y ropa usada, alístate para oír un poema.”

Eso me recuerda que mi bisabuelo, el herrero Philip Simic, murió a la edad de noventa y seis en 1938, el año de mi nacimiento, después de regresar tarde a casa, una noche de taberna en compañía de unos gitanos. Pensó que lo ayudarían a dormirse, pero murió en su propia cama con los músicos tocando sus canciones favoritas. Eso explica por qué mi padre cantaba canciones de gitanos y por qué yo escribo poemas, porque como mi abuelo, yo no puedo dormir en las noches.

“El lío con la poesía”, Charles Simic.
Revista Trimestral de Michigan 36, no. 3 (invierno de 1997).
Traducción de Óscar Pinto Siabatto.

 

Una foto de la presentación, para ir abriendo boca.

Porque me gusta y me inspira… esta tarde sonará Chopin en la CARTV.